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Si el tacto de las manos es necesario, lo es aún más el del corazón. Tener tacto con el corazón es saber tocar a otro con delicadeza, de una forma respetuosa, amable, suave y limpia para sanar su cuerpo, mente y espíritu; es un acto casi mágico, una comunión con esa trinidad, donde no hay juicio, no hay miedo, no hay recuerdo, solo es el aquí y el ahora, actuar al nivel del alma ¿Hay algo más sanador que un abrazo sincero y honesto?

 

El poder terapéutico del tacto existe desde el principio, por instinto. Es una importante herramienta de sanación la cual por ser un método sencillo y natural resulta eficaz propinar una buena dosis de bienestar.

 

Nuestras manos son nuestra conexión con lo celestial, con lo divino, el medio de recepción de la energía del universo para traerlo a lo terrenal, ante uno mismo, ante los hombres. La dualidad entre el “dar” y “recibir” se encuentra también en nuestras manos, son un reflejo una de otra, como una sola vista frente a un espejo, lo que emula nuestra dualidad, mi lado femenino (izquierda) y mi lado masculino (derecha), los dos en uno solo, que integra al individuo ante su constante búsqueda de equilibrio.  Nos vemos frente a un espejo, tú no eres la imagen, pero la imagen eres tú.

 

"Que la Paz, la Luz y el Amor estén

                              siempre entre nosotros..."

Sonidos del Origen

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